
Te recomendamos la lectura de esta fábula oriental de encuentros y desencuentros, que tiene por protagonistas a un mono y un pez. Fue recogida por Anthony de Mello en su libro La Oración de la Rana, escrito poco antes de fallecer
Un mono, vivía apaciblemente en su selva. De hecho, jamàs habìa salido del claro de esa selva y no sabía lo que era un pez.
El mono conocía todo aquello que el limitado espacio en el que se desenvolvía le habìa permitido conocer:
*Sabía de las frutas, pero sólo conocía los plátanos y los cocos.
*Sabía del agua, pero en reposo, la que había en un lago cercano, del que nunca había bebido. No había visto el torrente del rìo, ni las criaturas que habitan en él.
*El mono sabía de animales, pero sólo de los que acertaban a pasar cerca de su hogar.
Hasta que un día, nuestro amigo se sintió aventurero y se dispuso a saltar de árbol en árbol y a salir de los confines de sus dominios.. incluso a caminar un buen rato, hasta que sus pasos dieron con un inmenso río que corría cortando la selva.
El mono, se quedò absorto ante la contemplación por vez primera de tanta agua corriendo por un cauce. Parecía hipnotizado viendo la velocidad del agua. Y no movió la vista de ella, hasta que le sobresaltó la presencia de un pez. O mejor dicho, "la presencia de un extrañísimo ser que había caìdo al agua y que seguramente, se estaba ahogando"... porque, hasta donde el mono sabía, no existen criaturas que respiren bajo el agua...

El mono, solidario como pocos, no dudó ni un instante y corrió en paralelo al rìo, siguiendo al pequeño amigo que "se ahogaba" arrastrado por la corriente.
Y en cuanto tuvo oportunidad se cruzó por una rama que atravesaba el río y logró atrapar al pez, para rescatarlo de una muerte segura.
Mientras lo agitaba frenéticamente en su mano, una jirafa que pasaba por allí, le preguntó:
- ¿Què estàs haciendo mono?
- ¿No lo ves? -dijo él- Estoy salvando a este pobre bicho de morir ahogado.
Pero a estas alturas del relato, el pez ya no era pez sino pescado y él "rescate" del mono le había provocado la muerte.
Porque el mismo oxígeno que permite respirar al mono, ahoga al pez.
La misma luz que permite ver al águila, ciega al búho.
El mismo alimento que da vida a uno envenena al otro...

Esta maravillosa fábula pone el acento en una tendencia más que común, en los momentos de crecimiento personal. Vamos avanzando, descubriendo y aplicando herramientas en nuestras vidas, que nos ayudan a crecer y a encontrar nuestro bienestar y pretendemos, inocentes, que esas mismas herramientas sirvan a los que más queremos y vemos en problemas, o hundidos en sus infiernos particulares..
Nuestras ganas de "rescatarles" como el mono al pez, de su agua, nos hacen erigirnos en salvadores de los demás, sin respetar sus procesos, llenos de buenas intenciones, contaminadas por nuestra limitada perspectiva. Porque en realidad, no sabemos lo que le ocurre a esas personas. Las contemplamos desde nuestro lado, desde nuestra vibración y nivel de conciencia, que es distinto. No estamos en sus zapatos.
Nuestro afán de ayudar es amor mal entendido, o lo que es lo mismo, tiene mucho de ego. Porque no aceptamos que tengan que estar donde están, sufriendo, sí, pero es su elección. Y como nos sentimos bien, queremos sentirnos mejor, sabiendo que hemos contribuido a que otros se curen, sin que nos lo hayan pedido.
En estas circunstancias, llegamos a enfadarnos, porque vemos el sufrimiento de esas personas, a las que creemos que podemos ayudar y que, sin embargo, no aceptan nuestra mano. No lo entendemos, ¿te estoy intentando ayudar, no lo ves? les decimos, o pensamos.. Al final, terminamos pasándolo mal y a la postre, victimizándonos, porque nuestra gran ayuda no es aceptada y renegando de un malestar ajeno que nos parece innecesario.
Pero a veces, hay que estar en lo más profundo de la mierda, para poder salir de ella. Por nuestros propios medios, pidiendo ayuda si así lo consideramos. Pero en el momento perfecto, cuando sea la hora, no cuando los demás pretendan que lo hagamos.
Cada cual ha de caminar sus pasos, nadie puede andar por nosotros.
Hasta que no integramos lo que tenemos que aprender, no pasamos de pantalla, no cambiamos de ciclo, no continuamos y cada cual tiene su ritmo y su modo de hacer las cosas. Eso es algo sagrado que hay que respetar.
-La Búha Marga, Terapia Chamánica-


(Fábula incluida en el libro La oración de la Rana, de Anthony de Mello)

En vísperas de su muerte, y en una larga carta en la que le hablaba a un amigo íntimo de sus primeras experiencias, le decía a propósito de ellas:
"Todo ello parece pertenecer a otra época y a otro mundo. Creo que actualmente todo mi interés se centra en otra cosa: en el 'mundo del espíritu', y todo lo demás me resulta verdaderamente insignificante y sin importancia. Las cosas que tanto me importaban en el pasado ya no tienen interés para mí. Lo que ahora absorbe todo mi interés son cosas como las de Achaan Chab, el maestro budista, y estoy perdiendo el gusto por otras cosas. No sé si todo esto es una ilusión; lo que sí sé es que nunca en mi vida me había sentido tan feliz y tan libre..."
Estas palabras dan una idea bastante aproximada de cómo era Tony -y de cómo lo veían los demás- en su última etapa, antes de que nos dejara tan inesperadamente, cuando faltaban tres meses para que cumpliera cincuenta y seis años.
No son muchos los que compartirían plenamente todo cuanto él dijo o hizo, especialmente cuando traspasaba los límites establecidos de la aventura espiritual (ni tampoco esperaba él que le siguieran dócilmente, sino más bien todo lo contrario). Lo que a tantos atraía de su persona y sus ideas era precisamente que De Mello desafiaba a todos a cuestionar, examinar y liberarse de los modelos establecidos de pensamiento y de conducta, acabar con toda clase de estereotipos y atreverse a ser verdaderamente uno mismo: a buscar una autenticidad cada vez mayor.
El regalo de despedida que nos ha dejado, y que indudablemente habrá de tener tanto éxito como sus anteriores libros, es La oración de la rana. Ojalá ayude a muchos a encontrar en la Verdad la liberación y el deleite que proporciona el conocimiento de sí mismo.
La obra de Anthony de Mello AQUÍ, o haciendo clic en la imagen.